No, la verdad es que un ataque de ansiedad no es peligroso en sí mismo, pero en función de las características con las que se presenta, puede resultar muy molesto y generar mucho miedo e interferir en la vida de la persona. Sin embargo, en el fondo, no es más que la expresión de un conjunto de respuestas que simplemente aparecen en momentos incorrectos.
Cuando la crisis de ansiedad no se asocia a ningún desencadenante en concreto y aparece de forma inesperada, hablamos de ataque de pánico. Los ataques de pánico y las crisis de ansiedad son uno de los motivos más frecuentes de consulta psicológica y terapia. ¿Cuáles son las causas de los ataques de pánico o de las crisis de ansiedad? Un ataque de pánico o crisis de ansiedad puede aparecer por diferentes motivos:
• Inducidos por cambios fisiológicos espontáneos: por ejemplo, si he tomado mucho café, me he levantado muy rápido y me mareo, acabo de hacer ejercicio, etc. Esto desencadenará unos síntomas físicos normales, pero (y aquí está la clave), la escalada del proceso vendrá dada por la interpretación que yo haga de esa situación: “algo me pasa”, “esto no es normal”, “me voy a desmayar”, etc. Por ejemplo, puede ocurrir si estamos corriendo y nos detenemos, que el cuerpo está a tope y sentiremos sensaciones desagradables (lo normal). Si nos ponemos a analizar esas sensaciones, las interpretamos como peligrosas o como indicador de que algo va mal, podemos acabar en un ataque de pánico (que en cierta manera se ha visto desencadenado por la interpretación catastrófica de nuestras señales corporales).
• Inducidos por pensamientos y ansiedad. Yo ya me encuentro en una situación de miedo o ansiedad y entonces el cuerpo desarrolla su respuesta normal de ansiedad: adrenalina, aumento tasa cardíaca, etc. Y al aparecer esos síntomas me preocupo y los acelero aún más, provocando un efecto “gasolina”.
Cómo veis, al final ambas formas convergen en un mismo proceso: el cómo interpretamos esa situación, que suele ser siempre como una amenaza o peligro al que hay que prestar atención. Al interpretar esa situación como una amenaza o un peligro, el cuerpo instintivamente se prepara y ofrecerá una de sus dos respuestas básicas, la de luchar o huir. Ya que ambas implican un gasto de energía física, el cuerpo pasa a bombear más sangre y respirar más, y también inicia cambios hormonales. Lo que suele ocurrir, es que probablemente esta respuesta tan “primaria” no pueda llevarse a cabo en la situación actual real y hoy en día es desmesurada en relación a lo que realmente está ocurriendo. Podemos entenderlo mejor con un ejemplo. Imaginemos que debemos hacer una exposición en público de un trabajo, y que eso nos genera miedo y ansiedad. Interpretamos que podemos ejecutar mal la exposición o focalizamos la atención en aquellos aspectos que nos hacen pensar que nos evaluarán de manera negativa, entonces, el cuerpo se prepara para huir, pero sabemos que no podemos/debemos salir corriendo por lo que toda esa energía acaba sin ser usada, estamos hiperventilando porque al no hacer ejercicio físico (por ejemplo, salir corriendo) que es para lo que se preparaba el cuerpo, la respiración está siendo excesiva. No solo hiperventilamos, sino que al interpretar una amenaza, el cuerpo segrega adrenalina y noradrenalina, que nos activan y ayudan a mantener la sensación de ansiedad.
Y así aparecen los síntomas típicos:
• Hiperventilación pulmonar (desencadena el resto de los síntomas y es el pilar del problema). Dificultad para respirar. Sensación de ahogo. • Taquicardia. • Dolor en el pecho. • Temblores. • Mareos. • Sudoración. • Náuseas. • Sensación de pérdida de control. • Miedo a morir o “volverse loco”. • Percepción de irrealidad (Desrealización o despersonalización). • Necesidad imperativa de escapar del lugar o la situación temida. • Parestesias (entumecimiento u hormigueo). • Escalofríos o sofocos. • Sequedad de boca...
Los síntomas pueden variar de una persona a otra y en diferentes episodios, pero para considerarse un ataque de pánico, los psicólogos valoramos que se cumplan al menos 4. Es una aparición (aparentemente) súbita de ansiedad muy elevada y excitación fisiológica. Suele aparecer repentinamente y alcanzar su máximo nivel en 10 minutos.
Cuando hablamos de ataques de pánico, la aparición del primero suele ser inesperada, pero tendemos a asociar lo que nos pasa con lo que hacemos o con la situación en la que nos encontramos, por lo que, si el primer ataque de ansiedad nos ocurre en un autobús en Palma, cogeremos miedo al autobús y asociaremos los síntomas al lugar (condicionamiento operante aversivo). La próxima vez que subamos a un autobús es más probable que suframos otro ataque de ansiedad, pues al anticipar lo que puede ocurrir, experimentaremos la situación con miedo y es probable que se generen cambios en la respiración. Como vemos, es fácil que la situación se asocie y que luego el fenómeno se generalice a otras situaciones similares, autobuses de toda Mallorca, otros medios de transporte, etc. Esta generalización (en algunas personas) puede llevarlas a temer salir de casa o ir a lugares públicos o concurridos por miedo a sufrir otro ataque de ansiedad, en este caso diríamos que es un trastorno agorafóbico con ataques de pánico (que ya comentaremos en próximos artículos en Mentalment).
Lo más irónico de este trastorno es que es el propio miedo el que lo mantiene. El miedo provoca una reacción fisiológica muy fuerte (que en las personas que tienen un ataque de pánico o ansiedad provoca más miedo de por sí), y es este miedo a tener un ataque lo que lo acaba desencadenando, ya que en cuanto aparece un síntoma la persona se asusta y empieza a hiperventilar más, acentuando la escalada y el proceso.
Así pues, el ciclo se inicia por un detonador (interno o externo) que desencadena unas sensaciones fisiológicas. La persona se percata de estas sensaciones y las interpreta como un peligro (interpretación catastrófica) y esto es lo que detona la reacción de pánico, que aumentará la intensidad del detonador repitiéndose el ciclo. Los pensamientos o emociones desencadenan las sensaciones físicas, que al interpretarse como aversivas o amenazantes desencadenan más pensamientos negativos y ansiosos que a su vez intensifican las reacciones físicas. Es un pez que se muerde la cola, el truco está en detener esta escalada.
*Cuando decimos que lo provocamos nosotros mismos no estamos dando la culpa a la persona ni mucho menos, la persona obviamente no sabe que su reacción provoca el efecto contrario a lo que desea, nadie tiene ataques de pánico voluntariamente.