Como seres humanos, somos capaces de sentir un amplio rango de emociones, entre ellas, algunas como la tristeza. La idea más importante con la que debemos quedarnos para entender las diferencias entre un estado de ánimo deprimido normal y una depresión clínica, es la funcionalidad de la emoción. Si los humanos somos capaces de sentir emociones, es porque éstas son útiles, es decir, porque en el fondo, tienen una función adaptativa. Por ejemplo; el miedo nos permite huir de un peligro y por lo tanto es importante para la supervivencia; la alegría nos permite reconocer algo que nos ofrece un beneficio y por lo tanto volver a acercarnos a ello; y la tristeza nos permite reconocer algo negativo a nuestro alrededor y nos impulsa a retirarnos y recuperarnos.
Así pues, la tristeza en sí misma no es “mala”, si la intensidad con la que la experimentamos y su duración guardan relación con el contexto que la desencadena. Cuando la tristeza dura un tiempo más prolongado, hablamos de estado de ánimo deprimido, como algo un poco más global, un estado más general y no momentáneo.
El estado de ánimo deprimido es normal y todos lo vivimos en diferentes situaciones, su experiencia puede resultar desagradable, pero tiene su función. El estado de ánimo deprimido existe porque los humanos, al sufrir una situación de pérdida o daño podemos necesitar un tiempo para recuperarnos, alejados de lo que nos ha hecho daño o ha desencadenado la emoción de tristeza. Es por ello, que cuando el estado de ánimo es bajo, tenemos tendencia a aislarnos, nos sentimos con menos energía, damos vueltas a la situación, analizando, pensando y aprendiendo, recuperándonos de lo que ha ocurrido, aunque esto implique no querer ver a nadie en unos días, estar en casa o dormir más. Eso es normal durante un tiempo, de hecho, lo más probable es que pasado este breve periodo de tiempo, podamos volver a reincorporarnos a nuestro día a día, con las pilas cargadas. Podríamos compararlo a lo que ocurre cuando alguien pasa una gripe, se necesitan unos días para recuperarse, pero tras esos días, poco a poco, lo va superando. Es decir, es normal en la fase de choque inicial, sentirse “deprimido” pero lo ideal es que esa emoción vaya desapareciendo sin generar más consecuencias. El problema se produce cuando este estado emocional se prolonga en el tiempo y empiezan a aparecer otros síntomas cómo la sensación de culpa, la desesperanza, el insomnio o hipersomnia, anhedonia, etc., y el estado de ánimo empieza a interferir con las actividades de la vida diaria.
La depresión clínica es un estado de ánimo bajo prolongado, del que la persona no logra salir por sí misma, y que poco a poco acaba incluyendo otros síntomas más graves y duraderos que los de una tristeza normal. En este caso, la tristeza se generaliza, generando interferencia en algunas de las áreas más importantes de nuestra vida, tales como el trabajo. Es en estos casos cuando, en ocasiones, los médicos se plantean una posible baja laboral.
Así pues, es importante diferenciar las dos formas de hablar de la depresión:
• La “depresión” cómo síntoma, cómo estado de ánimo provisional, al que comúnmente todos hacemos referencia para decir que estamos tristes.
• Los términos que usamos los psicólogos y psicólogas en consulta. En consulta manejamos dos términos que son diferentes a los que se usan en la calle: El episodio depresivo mayor y el trastorno depresivo mayor, ya reconocido cómo una alteración psicológica y que designa que la persona ha sufrido uno o más episodios depresivos mayores.
Para que veáis la diferencia en severidad, a continuación expondremos los síntomas de un trastorno depresivo mayor:
Presencia de episodio depresivo mayor, es decir; cinco (o más) de los siguientes síntomas durante un período de 2 semanas, que representan un cambio respecto a la actividad previa; uno de los síntomas debe ser siempre 1 o 2.
1. Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día, casi cada día.
2. Disminución acusada del interés o de la capacidad para el placer en todas o casi todas las actividades, la mayor parte del día, casi cada día.
3. Pérdida importante de peso sin hacer régimen o aumento de peso / pérdida o aumento del apetito casi cada día.
4. Insomnio o hipersomnia casi cada día.
5. Agitación o enlentecimiento psicomotores casi cada día (observable por los demás, no meras sensaciones de inquietud o de estar enlentecido).
6. Fatiga o pérdida de energía casi cada día.
7. Sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos o inapropiados (que pueden ser delirantes) casi cada día (no los simples autorreproches o culpabilidad por el hecho de estar enfermo).
8. Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o indecisión, casi cada día.
9. Pensamientos recurrentes de muerte (no sólo temor a la muerte).
Además, los síntomas deben provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo y no ser debidos a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p. ej., una droga, un medicamento) o una enfermedad médica (p. ej., hipotiroidismo). Además, los síntomas no deben encajar mejor con otro diagnóstico. Los síntomas no se explican mejor por la presencia de un duelo (p. ej., después de la pérdida de un ser querido) y siempre los síntomas persisten durante más de 2 meses o se caracterizan por una acusada incapacidad funcional, preocupaciones mórbidas de inutilidad, ideación suicida, síntomas psicóticos o enlentecimiento psicomotor. (Fuente: DSM-V)
Tanto el estado de ánimo depresivo normal, cómo el trastorno depresivo mayor, son algunas de las causas más frecuentes de consulta a psicólogos, junto con la ansiedad. Esto se debe a que son estados por los que casi todos pasaremos en algún momento de nuestras vidas. Si bien el enfoque es diferente según el caso y la severidad, en ambos la ayuda psicológica puede beneficiar y mucho.
El trastorno depresivo mayor, va asociado a una mayor afectación e implicaciones, y casi siempre será necesaria la ayuda de un profesional. En cuanto a la intervención, y dependiendo del caso, puede ser recomendable combinar la terapia psicológica con la farmacológica.
Un episodio depresivo mayor es poco probable que remita por si solo sin ayuda profesional, hay algunos casos, pero son una minoría, y en muchas ocasiones lo que ocurre es que cuánto más se pospone el buscar ayuda, más empeora el problema y más difícil puede ser trabajarlo. Además, a medida que el episodio avanza, se van deteriorando áreas de la vida de la persona, por ejemplo, el trabajo, la familia, las relaciones de pareja, etc. Por ello, es mejor buscar ayuda lo antes posible. Hoy en día existen varias opciones muy eficaces para estos episodios, que garantizan prácticamente en la mayoría de los casos una mejoría significativa.
Otro motivo importante por el que conviene distinguir estos términos es por el estigma que tiene creer que un episodio depresivo mayor es similar a “estar triste”. Muchas personas con un trastorno depresivo mayor, tienen que oír cosas cómo: “va, anímate, no es para tanto, es que no haces nada para ayudarte, supera la depresión”, etc. Y esto se debe a que la gente que no ha sufrido nunca un episodio de este tipo no llega a entender lo complicado que es para quien lo experimenta. Enfocarlo de esta manera es negarle ayuda a la persona y hacerla sentir peor, además de que estamos desatendiendo el riesgo real de la situación.
En Mentalment disponemos de un equipo de psiquiatras, psicólogos y psicólogas en Palma de Mallorca, formados y especializados en este tipo de problemas y con una amplia experiencia en esta área, que trabajan para ofrecer la intervención más eficaz a todas aquellas personas que quieren mejorar su estado de ánimo.