Algunas de las preguntas más frecuentes que escuchan los psicólogos o psicólogas tienen que ver con los pensamientos:
¿Es normal pensar esto? ¿Son malos mis pensamientos? ¿Por qué he pensado esto?
Los pensamientos tienen importancia y son atendidos por el psicólogo o psicóloga ya que tienen la capacidad de afectar al cuerpo, a las emociones y a la conducta: un pensamiento me puede producir miedo y hacer que, por ese miedo, deje de hacer cosas y me quede encerrado en casa.
Otro sentimiento muy común que se observa en terapia es creer que algunos de nuestros pensamientos son extraños, raros o vergonzosos. Muchas veces tratamos de ocultarlos o ignorarlos por miedo a lo que puedan significar o provocar, así como por el miedo al qué dirían los demás si supieran lo que pasa por nuestra cabeza; sin embargo, en muchas ocasiones, comprobamos cómo vuelven a nuestra mente, como si se tratara de pensamientos obsesivos.
Existen pensamientos de todo tipo, pero hoy vamos a hablar de un tipo de pensamiento muy frecuente: los pensamientos intrusivos, o pensamientos que aparecen en la conciencia de forma repentina, y que, en general, se relacionan con un contenido escandaloso o que va en contra de nuestros valores morales. Estos pensamientos también pueden aparecer en forma de imágenes. Lejos de lo que podamos pensar, tener pensamientos intrusivos es bastante normal. Nuestra mente funciona las 24 horas del día, y, a veces, ya sea porque nos sentimos más ansiosos, por azar, o por experiencias pasadas, recuerdos, personalidad, etc., pueden aparecer pensamientos intrusivos. Estos pensamientos son totalmente normales e inofensivos.
El problema se produce cuando creemos que el pensamiento es una amenaza, que nos puede hacer daño o que representa una realidad. En estos casos reaccionamos contra él con un intenso malestar. Muchas veces los pensamientos no son acordes a nuestros valores y creencias, se desvían de las normas internas o sociales y por ello nos provocan ansiedad y una fuerte tendencia o impulso a intentar controlarlos y eliminarlos, llegando a poder convertirse en una verdadera obsesión. Es por esto que conviene recordar que siempre que intentamos reprimir un pensamiento éste se hace más fuerte, por lo que resulta un proceso del todo contraproducente que en algunos casos puede acabar atrapándonos.
Purdon& Clark (1993) estudiaron más en profundidad el fenómeno de los pensamientos intrusivos y descubrieron que tener pensamientos intrusivos era algo común en la población normal y sin problemas psicológicos. Preguntaron a un amplio grupo de estudiantes y descubrieron que una gran mayoría de ellos había experimentado pensamientos intrusivos de todo tipo. La lista es muy larga, pero estos son algunos ejemplos de lo que observaron:
- El 64% de mujeres y el 56% de hombres habían tenido alguna vez el pensamiento de salirse de la carretera mientras conducían. También era similarmente frecuente el pensar en atropellar a una persona o animal con el vehículo.
- El 80% de los hombres y el 51% de las mujeres habían tenido pensamientos/imágenes sobre desconocidos desnudos. El 48% de las mujeres y el 63% de los hombres habían tenido pensamientos de tener relaciones sexuales con personas con las que era totalmente inaceptable.
- El 42% de mujeres y el 50% de hombres habían tenido alguna vez pensamientos intrusivos referentes a hacer daño a un familiar. El 50% y 59% respectivamente habían tenido pensamientos o impulsos de insultar a desconocidos.
- El 27% y 33% habían tenido el pensamiento intrusivo de robar algo. El 32 y 33% de romper algo.
- El 39 y 43% habían tenido el pensamiento intrusivo de saltar de un lugar alto. Y el 52 y 55% de tirarse delante de un coche o en mitad de una carretera.
Hay muchos otros pensamientos, algo más específicos, que causan muchísimo malestar y son sin embargo frecuentes y normales dentro del funcionamiento de nuestra mente: por ejemplo, pensar en hacernos daño a nosotros o a otra persona al tener un cuchillo en las manos, el pensamiento de hacer daño a un hijo, el pensamiento de hacer o sentir algo con alguien no acorde a nuestra orientación sexual (pensamientos homosexuales en personas heterosexuales o a la inversa), el pensar en ser infiel a nuestra pareja, el pensar en pegar a alguien, pensamientos impuros en personas con creencias religiosas, etc.
Muchas veces, el origen o mantenimiento de problemas psicológicos (relacionados por ejemplo con síntomas ansiosos o depresivos) puede tener que ver con pensamientos de este tipo, sin embargo, el pensamiento en sí no es patológico, aunque pueda serlo el proceso que llevemos a cabo nosotros con ese pensamiento. Por ejemplo, puede ser todo más negativo si la persona llega a obsesionarse con el pensamiento, el evitarlo a toda costa, el dejar de hacer cosas o ver a gente por un pensamiento. En cualquier parte de este proceso el psicólogo puede acompañar a la persona en el proceso de “quitar fuerza” y aceptar este tipo de pensamientos, devolviéndole su carácter neutral y restándole malestar a la persona.