Las emociones son un proceso natural y adaptativo en los humanos. Tienen una función vital ya que nos permiten adaptarnos a nuestro entorno y relacionarnos con los demás, ahí yace la clave de su importancia y el peligro de desatenderlas. No es poco frecuente en psicología encontrar que muchas veces la persona con la que trabajamos teme, rechaza o intenta controlar sus emociones de forma ineficaz, causándole esto muchos problemas.
Muchas veces no nos damos cuenta de que reprimimos emociones y es a través de otros “síntomas” que nos damos cuenta de que hay algo que nos lleva a actuar de forma diferente, hasta que descubrimos que hemos estado ignorando o reprimiendo lo que sentíamos y que ello ha tenido sus consecuencias. Muchas veces es con la ayuda de un psicólogo o psicóloga que uno puede unir los puntos y encontrar la razón de su malestar.
Las emociones nos permiten categorizar lo que nos rodea y moderar nuestra conducta, por ejemplo si yo no sintiera miedo ante un arma, no tendría inercia a huir de ella; si no fuera feliz comiendo un helado, no sabría que me gusta y que quiero repetir; si yo no me sintiera herida cuando alguien me traiciona, seguiría manteniendo a esa persona en mi vida (con sus consecuencias negativas para mi); si yo no sintiera amor, no sabría que debo intentar acercarme y mantener a esa persona en mi vida. Las emociones nos dan información y guían nuestra conducta, incluso intervienen en los patrones de personalidad.
Otra función (no menos importante) de las emociones es la social, las emociones permiten que los demás sepan como relacionarse con nosotros y nosotros con ellos, si yo estoy enfadado y el otro puede detectar ese enfado ello le permitirá amoldarse a la situación e incluso ayudarme de forma más efectiva, si no lo pudiera detectar probablemente acabaría metiendo la pata. Además, las emociones nos permiten obtener lo que queremos de los demás e informarles sobre cómo va la interacción, pueden acercar o alejar a los demás y son un poderoso y rápido vehículo de comunicación.
Reprimir las emociones durante mucho tiempo puede llevar a dificultades posteriores en reconocer esas emociones y saber gestionarlas de forma adecuada. Cuánto más tiempo llevamos reprimiendo, más difícil se hace luego sacarlas a la superficie. Los problemas de gestión emocional suelen, además, provocar malentendidos con personas cercanas, aislamiento o incluso relaciones sociales más superficiales, sentimientos de soledad, conductas no deseadas y el típico efecto rebote.
¿Qué es el efecto rebote? El efecto rebote implica que si yo estoy enfadada (por poner un ejemplo) y me lo guardo y lo reprimo, es probable que de lugar a otro tipo de síntomas, ya sea dolor de cabeza, contracturas, problemas de concentración, o conductas más obvias como contestarle mal a una persona cuando no venía a cuento, llorar sin saber por qué, tener ansiedad repentina ante situaciones que no deberían provocarla, etc... Como se dice popularmente: “Ignorar algo no lo hace desaparecer” y sólo es efectivo a corto plazo. Pueden aparecer episodios de “desbordamiento” ocasionados al aguantar tanto tiempo algo dentro.
El origen de la represión emocional depende de cada persona y suele estar relacionado con aprendizajes y experiencias tempranas en la vida, pero también se asocia con la personalidad, las relaciones sociales que tenemos, la educación que hemos recibido, etc...
En Mentalment sabemos que las emociones no pueden ser desatendidas y por ello siempre las tenemos presentes en nuestra terapia, casi todos los procesos psicológicos están ligados a una reacción o una emoción y los psicólogos son expertos en ayudarte a vencer bloqueos y resistencias y también ayudarte a canalizar todas esas emociones sean las que sean, mediante la terapia psicológica.