La ansiedad es una respuesta normal del cuerpo que todos los humanos somos capaces de producir o sentir ante ciertas situaciones o pensamientos. La ansiedad en sí no es mala, somos capaces de sentirla porque tiene una función para nosotros, sin embargo se vuelve un problema cuando la respuesta se da en una situación en la que no es adaptativa o cuando ya no nos sirve e interfiere más que ayuda. Por ejemplo, tener un poco de ansiedad antes de un examen puede hacer que estudiemos más para poder sentirnos más tranquilos, es decir, la ansiedad nos mueve a buscar una solución, a ocuparnos y solucionar un problema, sin embargo si esa misma ansiedad se eleva mucho puede hacernos sentir tan mal que no podamos concentrarnos para estudiar, es decir deja de ser producente.
La ansiedad tradicionalmente se describe como una respuesta anticipatoria ante una amenaza o un peligro interno o externo, que puede o no ser real. Esto quiere decir que es la preparación de nuestro cuerpo y mente ante algo que interpretamos como una amenaza (y que puede o no serlo). Y aquí es donde pueden aparecer las diferencias entre personas, una persona puede ver como una amenaza tener que hablar en público delante de media Mallorca, mientras que para otro la amenaza es estar solo en casa o tener que utilizar el autobús público de Palma, no todos sentimos ansiedad ante las mismas situaciones ya que cada uno de nosotros interpreta el mundo de una forma un poco diferente al resto. Sin embargo, sí suelen haber algunas situaciones comunes en las que casi todos sentiremos ansiedad (por ejemplo, ante un examen, ante una operación importante o al tener una primera visita con un psicólogo en Palma). Como vemos frecuentemente la mente y los pensamientos de cada uno median en esa respuesta de ansiedad.
La respuesta de ansiedad es muy parecida a la de miedo, que también es muy adaptativa (frecuentemente apareciendo de forma conjunta). Veamos un ejemplo; si yo tengo un león delante de mí sentiré miedo, y ese miedo hará que mi cuerpo ponga en marcha unos procesos diseñados para hacer frente a la situación, por ejemplo: mi tasa cardíaca aumentará, segregaré adrenalina, aumentará el flujo de sangre, se interrumpirán procesos como la digestión, etc. Todo ello con el objetivo de que yo pueda dedicar mucha más energía de la normal a las extremidades inferiores (en este caso), para salir corriendo lo más rápido posible o defenderme. Esa respuesta de miedo puede salvarme la vida. Si yo sé que tengo que enfrentarme a un león, con una semana de antelación, es muy posible que una respuesta muy similar (de ansiedad) aparezca una semana antes.
Pues bien, resulta que hay situaciones del día a día (más cotidianas que enfrentarnos a un león) que las personas vivimos como amenazantes y que hacen que nuestro cuerpo ponga en marcha un proceso muy similar, solo que sin que podamos siempre utilizarlo a nuestro favor. Veámoslo con otro ejemplo; si yo siento miedo a hablar en público, y tengo que dar un discurso por ejemplo ante el comité de psicólogos de Palma de Mallorca de mi máster, es posible que anticipe días antes el momento en el que tengo que dar ese discurso (es decir, que presente ansiedad anticipatoria). Nuestro cuerpo inicia una respuesta de miedo solo que sin estar la situación ocurriendo todavía (aún no estamos en ese discurso). Pues bien, los mecanismos que entran en marcha son aquellos que ancestralmente se han diseñado para ayudarnos a evitar peligros, solo que en este tipo de peligros (hablar en público) muchas veces no podemos salir corriendo (aunque queramos) y frecuentemente no son situaciones que amenacen nuestra vida, por lo que podemos decir que la respuesta es algo desadaptativa o desproporcionada para la situación, y nos crea un problema ya que interfiere con nuestra ejecución, es el caso de esta persona que tiene que hablar en público y que sentirá aumento de la tasa cardíaca, sudoración, mareos, pensamientos negativos, temblores, etc.
Mucha gente piensa que la ansiedad es solo fisiológica, es decir, se da con síntomas corporales, sin embargo, esto no es así ya que la ansiedad opera en un triple canal de respuesta, cada persona puede variar en cuanto a qué síntomas presenta o en qué canales. Por ejemplo, hay personas con más ansiedad cognitiva que fisiológica. Éstos son algunos ejemplos para cada canal:
Casi todos estos síntomas son producidos por un mecanismo que originariamente tiene la función de ayudarnos. La persona que ve al león y sale corriendo “quema” esa energía cumpliendo con el propósito de la misma, sin embargo, la persona que tiene que hablar en público delante de media Mallorca tiene una respuesta muy similar, pero con una activación muy alta que genera malestar y dificulta la concentración.
La ansiedad de por sí no es mala, puede ser un tanto desagradable, pero suele desaparecer con el tiempo o incluso a veces nos ayuda a tomar decisiones. Pero, ¿Cuándo se convierte en un problema? La ansiedad se considera un problema cuando es desproporcionada, provoca malestar, interfiere con la vida diaria y persiste por periodos largos de tiempo. Cuando la ansiedad no nos deja vivir tranquilos e interfiere con nuestro día a día y no tenemos control sobre ella, es ahí cuando la mayoría solemos buscar métodos para ponerle remedio. Muchas veces podemos hacerlo solos, pero otras muchas se convierte en un proceso difícil y agotador, es por ello que cuando uno siente que no avanza o que no sabe muy bien cómo hacerlo puede ser útil acudir a un psicólogo. La ansiedad es uno de los problemas más frecuentemente tratados en terapia ya que todos en algún momento de nuestra vida pasaremos por un periodo de ansiedad elevada. Además, aquellas herramientas que descubrimos y aprendemos en terapia, con nuestro psicólogo,pueden servirnos en un futuro cuando nos encontremos con otras situaciones difíciles. Es decir nos hacemos más hábiles para manejar la ansiedad, más resilientes.
La aparición de la ansiedad en psicología se concibe como algo que aparece por un mecanismo de interacción entre varios aspectos:
Una forma típica en la que la respuesta de ansiedad puede aparecer es la siguiente:
La terapia psicológica ayuda a cada persona allá donde lo necesita, cada persona puede necesitar trabajar un área diferente. Los psicólogos están entrenados para adaptarse a cada persona, ajustar la terapia a las necesidades individuales y aprovechar las fortalezas de cada uno.